Se han escrito ríos de tinta sobre el liderazgo, pero en casi todos los casos, hay un elemento común. Las personas que están o han estado en posiciones de liderazgo, han sido altamente productivos, y han tenido que aplicarse en optimizar su tiempo, ya que el día sólo tiene 24 horas para todos.
De hecho, sería raro que alguien alcanzara una posición de liderazgo real en una situación de mercado, si no se ocupa de optimizar su tiempo o de ser eficiente. Aclaro lo de liderazgo real en el mercado, porque por desgracia, esto no aplica al liderazgo político, en donde además, raro es el que gestiona su propia agenda, pero también raro es el que se preocupa de su productividad.
En cualquier caso, todos los líderes buscan mantenerse productivos y alcanzar sus objetivos. Y esto sólo cobra sentido cuando dicha productividad va enfocada a alcanzar una serie de metas o resultados.
Quien no tenga claro sus metas, jamás llegará a ninguna parte, y ese es otro de los secretos del liderazgo, y no es el menor precisamente.
Una vez que uno tiene claras sus metas, empieza a priorizar su tiempo y aprende a enfocar su energía en las actividades que tienen el mayor impacto para la consecución de las mismas, y en definitiva, para alcanzar el éxito, ya sea que el éxito signifique éxito personal, financiero o profesional.
Además de priorizar las tareas, es vital establecer límites de tiempo para cada actividad y aprender a decir «no» a las solicitudes que no son esenciales para los objetivos establecidos. Delegar tareas cuando sea posible y utilizar herramientas de gestión del tiempo también puede ayudar a liberar tiempo para cuestiones estratégicas y decisiones importantes.
En última instancia, todo esto hay que lograrlo con el menor nivel de estrés posible y sin abandonar el auto cuidado, o el respeto por uno mismo, ya que el éxito se disfruta estando vivo.