Todo líder que se precie de serlo debe aprender a empoderar a los miembros de su equipo para que puedan tomar decisiones de manera informada y autónoma. De lo contrario, los líderes estarían empleando tiempo en resolver cada detalle operativo, cuando tendrían que estar centrados en tareas más estratégicas o de mayor alcance, como la planificación a largo plazo o la innovación, que son las cosas verdaderamente esenciales para el éxito a largo plazo de la organización.
Además de liberar tiempo, la delegación de la toma de decisiones también promueve un ambiente de trabajo más colaborativo y motivador. Al otorgar responsabilidad a los miembros del equipo, se fomenta un sentido de propiedad y compromiso, lo que puede mejorar la moral y la productividad. Permitir que los miembros del equipo tomen decisiones, promueve el desarrollo de habilidades de liderazgo y prepara a los empleados para asumir roles más importantes en el futuro.
La delegación efectiva también contribuye a una mayor agilidad dentro de la organización. Al descentralizar la toma de decisiones, los equipos pueden responder de manera más rápida y precisa a los desafíos y cambios del entorno, sin tener que esperar la aprobación de un superior para cada paso.
De esta forma se agilizan los procesos, se eliminan pasos burocráticos innecesarios o cuellos de botella en la aprobación de un superior, y esto permite nuevamente a los ejecutivos de la empresa enfocar sus esfuerzos en la visión y el crecimiento de la organización, mientras que se aseguran de que su equipo se va encargando adecuadamente de la ejecución diaria. Finalmente, esto se traduce en un sistema organizativo más dinámico y resiliente ante las demandas cambiantes del mercado, que además llevará aparejado de forma intrínseca una capacidad de crecimiento orgánico tanto de la propia compañía como de cada uno de sus miembros.